El 16 de noviembre de 2019, celebramos una velada de agradecimiento, preparada por el comité de catequesis y miembros de la parroquia de Santa Eugenia y la capellanía del Corazón Inmaculado de María. Se congregaron unas 120 personas que llegaron a darme las gracias por los 13 años de enseñanza de la catequesis en la Escuela Christine-L’espérance. Cuando me preguntaron cuántos hijos tenía (no sabían que era religiosa) les contesté que unos 350… “¡Ah! ¡Eres docente !” Pero para mí, era más que ser docente, era seguir a Jesús, dar a conocer a su Padre a quien había entregado toda mi vida. Era tener la ocasión de compartir el amor misericordioso del Padre a todas las personas que encontraba – profesores, personal, padres y sobre todo a los niños sin excepción. Así que supuso para mí una gran alegría cuando me invitaron a una velada de agradecimiento y ver los frutos de mi presencia en la vida de las personas a quienes siempre tengo presentes en mi corazón y en mi oración. Me gustaría compartir con vosotros un pequeño escrito de un joven en nombre de su familia. “¡Gracias, Sor Marie! Siempre has sido sonriente y una verdadera amiga de Jesús. Gracias por haber compartido tus historias con nosotros. Contigo, la catequesis siempre era especial.” La presidenta del comité de catequesis compartió con estas palabras: “Sor Marie conocía bien a nuestros niños y los quería a todos y a cada uno, incluso a los les (tannants) ¿atezados? Acogía a los más pequeños estuvieran o no en la catequesis. Su sonrisa, su suave voz, su cercanía humana testimonian el amor de Dios y nos recuerda que todos somos de una misma familia, iguales a los ojos de Dios. Supo apoyar a nuestras familias ocupadas o en necesidad, a crecer en la fe. No sabríamos agradecerte suficientemente, Sor Marie ».
“Muchas gracias a Sœur Marie por sus años de servicio como catequeta en la Escuela Christine-Lespérance. ¡Que Dios te bendiga!” Eso es lo que ha aparecido en el Facebook de la parroquia. Al verlo, soy yo quien les da las gracias por haberme brindado la ocasión de compartir con ellos mis conocimientos de Jesucristo.
Gracias al padre del Amor que me ha elegido e invitado a decir “sí”, a seguirle tras los pasos de su Hijo, como Hija de la Cruz. Gracias al Espíritu Santo por haberme iluminado a menudo con buenas palabras y buenos gestos. Gracias a los padres por haberme confiado a sus hijos. Gracias a mis hermanas, a mi familia y a mis amigos/as por haberme animado durante esos años de enseñanza. Y sobre todo gracias a los niños que se han convertido en “mis Hijos” a quien conservo muy cerca de mi corazón y en mis oraciones.
¡Gloria a Dios Padre, Gloria a Dios Hijo, Gloria a Dios Espíritu Santo!
Sr Marie H. Moquin, fdlc