Meditación:

Queridos hermanos y hermanas, estamos cerca de la fiesta de Beatificación de la extraordinaria e inolvidable Sor María Laura. Una glorificación que coincide con el vigésimo primer aniversario de la dramática conclusión de su vida terrenal. Acerquemos todos este momento eclesial especial con un corazón lleno de alegría y emoción, y sobre todo con un alma llena de gratitud a sor María Laura. Gratitud que ciertamente surge más espontánea de los corazones de todos aquellos que, como yo, tuvieron la suerte de conocer a esta querida hermana durante los años en que ejerció su generoso apostolado en Chiavenna y fueron edificados por su vida límpida de cristiana convencida y religiosa ejemplar. Años de vida que sor Laura pasó en beneficio de toda la iglesia y de la comunidad civil, hasta el último momento de su existencia terrenal, interrumpida bruscamente la noche del 6 de junio del Año Santo de 2000 con su trágico y doloroso epílogo durante el cual sor María Laura testificó mediante el sacrificio de su vida, su fe religiosa inquebrantable y su amor incondicional por Dios y los demás.

La Iglesia, después de una cuidadosa verificación, reconoció en este epílogo dramático el signo del martirio cristiano porque sor María Laura no murió por casualidad, por accidente, por venganza o por latrocinio. Sor María Laura fue una víctima señalada con anterioridad, indefensa e inocente de un mal proyecto asesino específicamente destinado a ofender a Dios y a los que creen en Dios. Por lo tanto, la pobre monja fue "asesinada en odio a la fe", "en odium fidei", como reconoce la Iglesia. Sor María Laura fue verdaderamente un emblema del mundo religioso cristiano, un ejemplo vivo de bondad, una creyente auténtica, confirmada como tal hasta el último momento cuando, en un gesto heroico de caridad cristiana, encontró la fuerza para confiarse a sí misma, así como a los tres desafortunados que la mataron, a la infinita misericordia de Dios. En ese momento, debido a su fe inquebrantable y a la misteriosa intervención de la gracia de Dios, el trágico epílogo de sor María Laura se convirtió en un "acontecimiento sobrenatural", un auténtico milagro, una reverberación de la luz divina que deshace la oscuridad del mal y revela el poder indestructible del bien.

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Rosario y la Catequesis en memoria de la Sor Maria Laura

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