Filles de la croix

Es una Hija de la Cruz italiana, orgullosa de pertenecer a la Familia de Andrés Huberto y de Juana Isabel.

Se presenta a sí misma en una carta:

“Soy substancialmente feliz, sobre todo porque cada día descubro el amor de Dios por mí, a pesar de mis límites y luego trato de percibirlo en el rostro de mis hermanos que encuentro en mi vida cotidiana poniendo especial atención a los más desfavorecidos o que atraviesan alguna dificultad”

Nació en 1939 y en 1959 se consagró mediante los votos religiosos. Su vocación surgió cuando en la confesión, un sacerdote le planteó esta pregunta: “¿Qué quieres hacer con tu vida?” Después de una breve pero intensa reflexión, Teresina respondió: “Con mi vida yo quiero hacer algo bello para los demás”. Los demás, más tarde los definirá como ”mi Jesús”.

Dejará todo en 1957, le entregará todo su ser: “Bendito sea el Padre, Dios de ternura: ël te da el tesoro oculto en un campo. Ve con alegría, vende lo que posees y compra ese campo.”

Verdaderamente ha hecho algo bello para los demás: los niños, los jóvenes, las familias, los enfermos, las personas mayores, los pobres y las personas en dificultad… A todos da lo mejor se sí misma con delicadeza y discreción, con ternura y sin contar. Para ella, darse sin reservas era natural: “Si Jesús me ama tanto, yo también tengo que trasmitir ese amor a los demás.”

Y su vida será “Vivir lo cotidiano como una novedad que brota del encuentro permanente con el Dios de la Vida. Descubrirlo en la oración, en la búsqueda de su Rostro reconocido en los pobres e los jóvenes en cada persona. Entreverlo en los acontecimientos, en las dificultades, en su propia debilidad…”

Precisamente, Sor Maria Laura “SALIÓ” la noche de 6 de junio del 2000 para responder a la necesidad de una joven que se la había manifestado con sufrimiento. Estando sola y siendo ya una hora avanzada ella intentó en vano encontrarse con ella en un lugar conocido, le propuso que acudiera a la casa donde las hermanas ya descansaban. Pero los gritos repetidos pidiendo ayuda le empujaron por encima de su inseguridad; y ella salió.

Un diálogo cordial en la calleja cercana a la plaza había afianzado a Marial aura. Pero muy pronto se revelaron la mentira y la crueldad de la joven e inmediatamente se le unieron sus dos amigas…

 Ciertamente aquella noche fue la noche de Satán: a él querían sacrificar las tres jóvenes una persona consagrada a Dios. Fueron inútiles las suplicas de Sor Maria Laura, que como siempre, tenía confianza en las jóvenes… “Bastarda, tienes que morir” le gritaron. Y le atacaron con piedras y un cuchillo…

 Arrodillada, abandonada a su Dios, las jóvenes le oyeron rezar: “¡Señor, perdónalas1”

 Después del rito satánico, las tres se fueron. Sor Maria Laura está sola, en la oscuridad, abandonada a su Señor.

El rostro crucificado de María Laura sigue siendo hoy un grito de luz y vida lanzado al mundo.

 

En este pedazo de tierra impregnado con su sangre, se erigió una cruz con esta inscripción: "Si el grano de trigo muere, produce mucho fruto. "

 

Y nosotros, hoy, somos testigos de ello.