Sí, verdaderamente ¡has hecho algo verdaderamente hermoso con tu vida!
Nosotras, las Hijas de la Cruz, habíamos llegado de diferentes regiones de Italia y del mundo… queríamos que María Laura sintiera cerca a sus hermanas.
Pero cuál no fue nuestra sorpresa al constatar que a pesar de la hora avanzada del día y del fuerte frío ¡la iglesia de San Lorenzo estaba totalmente abarrotada de gente! El profundo silencio que reinaba en espera de la celebración era un fuerte mensaje: ¡estamos aquí para “encontrar” a Maria Laura y alegrarnos con su presencia!
En el altar, con el Obispo de la Diócesis, Monseñor Oscar Cantoni, varios sacerdotes celebraban la Eucaristía que quería expresar la realidad de gratitud y de profunda alegría que embargaba a todos.
Cuando comenzó la liturgia de la Palabra, una Palabra no elegida para la ocasión, pero propuesta por la Iglesia para ese día de Cuaresma, la recibimos como se Maria Laura se presentara ante nosotros: pues, en efecto, esa Palabra había iluminado toda su vida y toda su misión.
El Obispo habló de Maria Laura como de una “humilde y apacible Hija de la Cruz” y animó a todos a “honrar y servir la carne de Cristo, los pobres y los desdichados, los que la sociedad descarta, los que el Señor envía como refugiados de tierras lejanas…”.
Para Sor Maria Laura, esos eran “mi Jesús”.
Monseñor Oscar Cantoni nos invitó a acoger el ejemplo de esa hermanita, que vivió una santidad “de todos los días, ordinaria, que trasmitía el testimonio de la alegría del Evangelio en las situaciones más comunes de la existencia”.
Entre sus “pobres”, Maria Laura reconocía también a los jóvenes; se dedicó a ellos con pasión porque quería llevar luz y fuerza a quienes consideraba “fácilmente influenciables”… “A menudo, desorientados, desarraigados, frágiles, plagiados que sofocan un grito de vida no expresada ".
La vida de esta hermana estaba bien expresada en una frase que había escrito en la puerta del Oratorio de la Comunidad: “Entra para rezar, sal para amar”.
El mensaje del prefecto de Sondrio llegó inesperado; Nos hemos preguntado como una hermana tan silenciosa, desapercibida, reservada como María Laura, podría estar tan bien dibujada.
“Era un volcán con un fuego interior que ardía siempre y se expresaba en gestos de delicadeza, de cortesía y de respeto”. El acento colocado sobre su bondad, nos ha hecho presente a Sor Maria Laura que, desde su juventud quería hacer con su vida “algo hermoso para los demás”.
Antes de concluir la Santa Misa, Monseñor Cantoni, dejó el presbiterio y se dirigió a la capilla lateral, dedicada a los mártires, a donde habían sido desplazados los restos mortales de Maria Laura.
Mientras el coro ejecutaba un canto que se le había dedicado y que había sido compuesto por una de nuestras hermanas, el obispo depositó un homenaje floral, lo bendijo con agua bendita y entonó la oración pidiendo a la Iglesia que Maria Laura sea declarada “santa entre los santos”.
Todo acabó en un clima de profundo silencio que sumergió en la oración y la interioridad.
Con sencillez y esencialidad, los habitantes de Chiavenna expresaron su afecto por esta Hermana siempre presente.
Una Hija de la Cruz de Italia