Enseñar y Curar
La vida religiosa apostólica es, a la vez y en el mismo movimiento una vida enteramente consagrada a Dios y enteramente donada a los demás. Está unificada por la misión acogida y realizada.
El Carisma se manifiesta, se expresa a través de la espiritualidad de la Congregación.
Glorificar a Dios, pero al mismo tiempo, servir a los pequeños y a los pobres, sin cerrarnos a nadie, en una actitud interior de desinstalación. Vida unificada en la Bonne Soeur a causa de Jesucristo: “Dios le llama al combate”. “Bendigo al cielo, ya que cuidar e instruir a los pobres es imitar al mismo Maestro”. El Carisma nos llama a la sencillez de corazón, a una vida sencilla que concuerda con la espiritualidad cristocéntrica evangélica y trinitaria del Instituto.
Nuestro carisma está definido claramente en la apertura de nuestras constituciones: “Representar” la vida de Nuestro Señor y la sencillez de su Evangelio, en el sentido de “hacer presentes”, actualizar, dar a nuestras vidas un sabor de Evangelio, que nuestros gestos y palabras hablen de Aquel a quien seguimos. Un desafío que nos concierne a todas.
“Para imitar al propio Maestro” como lo expresaba Sor Isabel, tenemos que impregnarnos, día tras día, de su palabra, de su espíritu.
Miremos a ese Maestro-Siervo: Enseñar y curar eran las actividades principales durante su vida pública. Por su Predicación, anuncia el reino de Dios y por las curaciones, manifiesta que el reino está próximo, que incluso está aquí. “Para eso he venido”.
La fuerza del envío en misión
Desde el comienzo de su vida pública, Jesús quiso asociar a sus discípulos a su misión de enseñar y curar. Sólo pueden vivir esa misión de itinerancia, de despojo porque están impulsados por la experiencia transformadora vivida con Jesús, por la fuerza que les confiere un envío a rehacer sus gestos y decir su palabra.
En este momento en que pocas hermanas enseñan y curan profesionalmente, es bueno mirara las múltiples maneras por las que, en toda edad y en toda situación, una hermana puede aportar una palabra que ilumine, que de testimonio del Reino, o un gesto que reconforte en el sufrimiento, en la tristeza, en la soledad…
¿Quién no ha visto, por ejemplo, a esas hermanas que viven en residencias de ancianos, completamente dependientes que irradian verdaderamente algo que cuestiona a los empleados y residentes? O esa otra hermana que en pleno ambiente rural visita a los enfermos y ancianos y de la que dicen: “Aporta paz por donde pasa”. Hay muchas personas que necesitan ser escuchadas, jóvenes que no encuentran ningún sentido a su vida, niños desligados del ámbito escolar que necesitan una ayuda, prisioneros a quienes dar cursos por correspondencia…
“El mensaje evangélico que acogemos,
tenemos que trasmitirlo en primer lugar por lo que somos.
En la sencillez de nuestras vidas,
damos testimonio de la alegría de vivir con Dios.
En el servicio que se nos pide, en la inactividad o en la enfermedad,
tenemos que descubrir día tras día,
nuestra propia misión de anunciar la Buena Noticia” E. V. 69.
Entra para rezar, sal para amar.
La inscripción que Sr Maria Laura había fijado en la entrada del oratorio de su comunidad “Entra para rezar, sal para amar” da una idea de la fuerza que animó toda su vida apostólica. ¿Por qué no hacerla nuestra?
Evangelización, nueva evangelización, implicación en el desarrollo durable, compromisos profesionales o no, son distintos ámbitos donde podemos ser docentes y cuidadoras hasta el final, sin olvidad que el mayor servicio que podemos ofrecer a nuestros contemporáneos es el de abrirles a la interioridad.
La interioridad: lugar y objeto de “enseñar y curar” hoy.
¿Sabremos ofreces espacios de silencio, de belleza, donde la persona pueda volver a lo que es su belleza original de creatura amada por Dios?
¿Sabremos ofrecer espacios de expresión donde las palabras se conviertan en PALABRA?
Tenemos grandes activos, inspirados en nuestro carisma: nuestra vida sencilla, la dimensión fraterna, el espíritu de familia, esas expresiones que los laicos nos reflejan a menudo y desean compartir con nosotras.
¿Sabremos ayudar a quienes están próximos a encontrar el camino de calma de corazón, de equilibrio, de don, camino bordeado de espinas, pero camino de vida porque hay un buen Pastor?
“Enséñanos a rezar, a hacer silencio” hemos oído… en esos tiempos ricos de encuentro, de compartir, donde, quizá, enseñar y cuidar, ambos forman una sola unidad.
A nosotras nos corresponde construir, inventar, crear, a cualquier edad, en cualquier lugar que sea… Enseñar y curar es imitar al Maestro, sigue siendo nuestro carisma todavía hoy.