TIERRA SANTA: "QUE TODOS SEAN UNO PARA QUE EL MUNDO CREA".
En este mes de octubre, mes del Rosario, tuvimos la oportunidad de peregrinar a Tierra Santa Lander y Javier, laicos de la Familia Hijas de la Cruz.
El viaje fue cómodo, la salida de Madrid con amigos, vuelo hasta Tel Aviv y la llegada a Nazaret, nuestro primer punto de estancia, estuvo muy bien. Esa misma noche tuvimos la oportunidad (y el regalo) de rezar en la Basílica de la Natividad, delante de la cueva donde el Ángel se le aparece a María, en esa íntima relación donde ella dijo "Hágase". Nosotros pudimos reafirmarlo: “estoy aquí para hacer tu voluntad". Tanto la oración nocturna, casi sin gente alrededor, como la Eucaristía y visita del día siguiente, nos permitieron adentrarnos en ese misterio gozoso, y nos preguntemos cómo y cuándo se nos aparece el Señor, a qué nos llama...
El recorrido por los Santos Lugares del entorno de Galilea (Monte Tabor, donde Jesús se transfiguró, Tagba, donde realizó el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, Primado de San Pedro, donde Jesús confió esa grandísima misión a Pedro, Cafarnaún, monte de las Bienaveturanzas...) también nos ayudaron a adentrarnos en el mensaje de Jesús al mundo y, especialmente, a los más sencillos... Mención especial, por el simbolismo del lugar y del encuentro íntimo con el Señor, a la Adoración Eucarística sobre el Mar de Galilea, en silencio total, sobre el barco, con el movimiento de las olas y la brisa cálida...
Sin darnos cuenta prácticamente llegamos a Belén, la ciudad donde siempre es Navidad. Y así es, lo pudimos comprobar de manera excepcional en un orfanato dirigido por tres Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul. Ahí sí que nace el niño Jesús cada día, como dijo la Hermana que nos atendió. Un orfanato donde vimos la barbarie de una ley sin sentido (la Sharia), donde las mujeres musulmanas son degolladas junto con sus hijos por no perder la honra familiar y, para evitar semejante crimen, llegan a este lugar para practicarles una cesárea y que el niño pueda vivir al igual que la madre. ¡Que experiencia más fuerte la vivida, esos ojos abiertos mirando, esa ternura que nace del amor, y que traspasa el corazón! En definitiva, es la ternura De Dios y su Amor incondicional la que brilla y se encarna. ¡Muerte y Resurrección siempre de la mano!
Seguía nuestra peregrinación e iban pasando los días casi sin darnos cuenta, llegando a Jerusalén, pasando por otros lugares como Betania, Ain Karem,... Jerusalén, ciudad amurallada donde se respira y se siente el ambiente y la vida de Jesús recorriendo desde el Monte de los Olivos hasta el Cenáculo, pasando por la Vía Dolorosa y el Santo Sepulcro.
Muchos detalles, sensaciones podríamos describir, pero nos gustaría centrarnos en Getsemaní, donde vivimos y compartimos, en la intimidad de la noche, un momento intenso de oración, de estar y reposar en el lugar donde Jesús siente el abandono, la traición, la angustia. Después de este momento de oración, de Adoración, brotaba un sentimiento muy profundo: un sentimiento de confirmación, de saber que nuestra vocación de servicio se hacía presente en este lugar y que nos lanzaba a seguir viviendo en nuestra vidas de enseñando, curando y viviendo, desde la sencillez, el amor y la entrega a los demás.
El viaje continuaba... Pero la realidad se impone: interrumpe en la peregrinación la guerra. Momentos de incertidumbre y desconcierto, de nervios, pero también con gran confianza en quien es "el Camino,la Verdad y la Vida". Aparece de nuevo el fantasma del confinamiento: debemos quedarnos dos dias en el hotel, sin poder salir; es una recomendación que nos hacen y que cumplimos. El tipo de peregrinación se transforma: las piedras estaban fuera, los lugares Santos, pero el misterio de la muerte y Resurrección estaban con nosotros, en las celebraciones que pudimos realizar en el hotel. "Por Cristo, con Él y en Él..."
Y llegó el lunes de nuestra partida, la sensación era de tranquilidad, de tensa calma en la ciudad, y rezando el Rosario nos pusimos camino del aeropuerto de Tel Aviv. Ahí nos esperaba una sorpresa no muy buena que no podíamos imaginar: sonaron las alarmas, estaban atacando el areopuerto y tuvimos que correr hasta meternos en un búnker de seguridad. Mientras cogíamos las maletas, la alarma sonaba y enseguida oímos caer los misiles, varias explosiones oímos sin saber dónde habían caído. Sentimientos de nervios, ansiedad, la muerte podía estar cerca y nos podía haber pasado, pero la gracia de Dios es más grande y no nos ocurrió nada. Estas son algunas de las experiencias vividas, pues son muchas más que están latentes en nuestro corazón, y que tendremos oportunidad de compartir.
Un abrazo fraterno,
¡PAZ Y BIEN!
Javier Lizarraga y Lander Ugartemendia.