Actualmente, en el Valle de Karrantza, las Hermanas viven en un piso, pero el origen de esta comunidad fue la casa parroquial como respuesta a una llamada del Obispo.
Mariví Vadillo, Consuelo Izquierdo y María Luisa Izura, acompañaban con el párroco a las catorce parroquias dispersas,-si no me equivoco-, que hay en este valle.
Es importante tener en cuenta que se trata de una zona rural, un valle con sus montañas, donde se necesita un coche para poder desplazarse. La carencia del medio de locomoción dificulta poder llevar a cabo la misión, por las distancias físicas que hay entre las diferentes parroquias.
Las Hermanas tenían una reunión semanal para organizar los diferentes compromisos que puede tener una parroquia: celebraciones, catequesis, Cáritas… Cada quince días participaban de una reunión comarcal, con los sacerdotes de la zona.
Como era imposible celebrar la Eucaristía en todas las parroquias del valle, se iban alternando, y las Hermanas se encargaban de animar la Celebración de la Palabra en algunas parroquias en las que no iba a poder hacerlo el párroco.
Unos años después, llegó a esta comunidad Angelita Baztán. Como ella dice, los compromisos ya estaban bien organizados y su primera misión fue desplazar en coche a las Hermanas a sus lugares de compromisos.
Más tarde, Maria Luisa Izura pasó a formar parte de la comunidad de Irún por problemas de salud.
Fue un tiempo de un trabajo pastoral intenso vivido con alegría, pero tras dieciséis años, la organización parroquial experimentó un cambio y las Hermanas fueron a vivir a un piso llevando a cabo una misión diferente.
Algún tiempo después, Consuelo Izquierdo se trasladó a Limpias, tras el fallecimiento de Teresa López, y a pesar de las distancias, forman una sola comunidad, compartiendo algunas reuniones y reflexiones, celebrando juntas fechas especiales tanto de fe, -las litúrgicas-, como de vida, -los cumpleaños-. Comparten la misma misión aunque en contacto con diferentes personas.
En Karrantza, hasta hace poco tiempo, Marivi siguió animando la Celebración de la Palabra. Las visitas a la gente se siguen haciendo de un modo informal: el «compromiso de la escucha», tan importante aunque muchas veces no somos conscientes de ello. Sólo nos damos cuenta de su valor cuando echamos de menos a gente con la que poder hablar, o después de haber vivido la experiencia de conversar con personas de confianza que transmiten empatía, amor...
Termino dando las gracias a Mariví y a Angelita, y recordando también a Isabel y a Consuelo, –cuyo testimonio ya compartimos en el primer Boletín-, y que forman parte de su comunidad actual, a pesar de la distancia.
Seguid transmitiendo el mensaje evangélico, ante todo por lo que sois, dando testimonio de la alegría de vivir con Dios y para Él, en la sencillez de vuestras vidas.