«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los
prudentes y haberlas revelado a los pequeños».
Lc 10, 21
Del 15 al 16 de febrero del 2020, se realizó en Luján, Bs As, el primero de los cuatro retiros anuales para mujeres que ofrece la fundación “Saracho”. Participar de esta experiencia nos ha permitido profundizar en una realidad de nuestra querida Argentina: la de tantas mujeres sencillas y muy humildes, que día a día se enfrentan al desafío de la vida en la villa y en barrios muy humildes, con sus alegrías y sus penas.
Los pobres en su realidad cotidiana buscan vivir, y en muchos casos sobrevivir. En el trabajo del cartonero que lucha por vivir y traer el pan a la mesa, en el acto y deseo de superación de una madre por terminar sus estudios para tener un trabajo en blanco (tener nómina), en el generoso compartir de la abuela jubilada con sus nietos, sabiendo que no llegarán a fin de mes… cada uno de ellos vive sabiendo que “Dios proveerá”, porque han internalizado y hecho propia esta oración y por eso la dicen cada día con total confianza. Esta experiencia se transforma en fuerza de vida que los lanza a la lucha cotidiana por vivir. Y es precisamente en este acto de buscar vivir donde misteriosamente buscan estar más unidos al Dios de la Vida que camina con ellos.
Los pobres saben que si viven lo hacen por pura gracia, porque Dios está con ellos y viene en su ayuda, Él es el único que no falla. Y muy unida a esta confianza ciega está también el amor a María, la madre de los pobres.
Los pobres viven también una fuerte experiencia de la cruz, no necesitan buscarla porque la vida que viven está muchas veces llena de cruces que vienen solas. El Padre Tello entiende que “la humillación de nuestra gente pobre, nosotros no la vemos, porque nosotros somos muy de arriba, muy de otra clase; no vemos cómo humillamos y limitamos. Y la gente de nuestro pueblo acepta esa humillación esa limitación; eso es la cruz.”
Podemos decir entonces que los pobres tienen una experiencia de Dios, como vida y fuerza o lucha de superación, que reconocen a la Virgencita como madre buena que los cuida y acompaña, y que por la gracia de Dios y el amor de María pueden llevar la cruz de la humillación y la privación de muchas necesidades básicas.
Por eso, los once retiros de hombres y mujeres que ofrece la fundación “Saracho” a lo largo del año, intentan ser un tiempo de oasis para los pobres, un tiempo especial para salir de la rutina, para llevar la cruz cotidiana e ir al encuentro de Jesús y de María.
El retiro de mujeres fue animado por un verdadero equipo de mujeres, hombres y jóvenes, que han venido de diferentes puntos para ofrecer y compartir con las mujeres y sus hijos. Un equipo que trabajaba “con un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32) para dar con alegría, lo mejor de cada uno y aquello que tienen para los pobres.
Estos encuentros intentan ofrecer a las mujeres de los barrios un tiempo para ellas y sus hijos, para que puedan encontrar un poco de paz y disfrutar de la vida, para sentirse cuidadas y queridas por la comunidad. El clima de sencillez y fraternidad ayuda a que puedan conocer gente nueva y olvidarse un poquito de los problemas de todos los días.
Al retiro acudieron cerca de 75 mujeres y unos 150 los niños. Vinieron de diferentes barrios, villas y asentamientos de Monte Grande, Quilmes y Maquinista Sabio. Llegaron a Luján para pasar unos días al aire libre y en familia; muchos de ellos eran la primera vez que iban a conocer la Basílica de Ntra. Sra. de Luján, algunos pidieron ser bautizados y tomar su primera comunión para recibir el regalo de la gracia de Dios y continuar la vida, tan dura para muchos, pero ahora con una fuerza especial que viene de Él.
Para terminar quisiera destacar una gran sorpresa y alegría, descubrir que estas mujeres viven fuertemente el ser madres, madres no sólo por DAR la vida sino por CUIDARLA. Son mujeres que desde niñas cuidan la vida de los más pequeños y siendo grandes, la de todos los niños del grupo; cuidan la vida así como pueden, intentando hacer lo mejor, a veces de un modo brusca, otras con algún grito, pero siempre intentando proteger al más frágil. A todas ellas, el Señor parece haberlas bendecido con la gracia de la alegría y la paz, y a nosotros nos abrió nuevamente el corazón y los oídos para reconocer que el reino sigue creciendo, en lo sencillo pero con una fuerza de vida que nos llega especialmente por los pequeños y los pobres de hoy.
Hna Karina, Hija de la Cruz,
25 de febrero de 2020