Filles de la croix

La misión de las primeras Hijas de la Cruz se menciona desde las primeras Constituciones:

“El fin de las hermanas debe ser glorificar a Dios con todo su corazón, con todas sus fuerzas y dedicar su vida únicamente a Él en un espíritu de adoración, de dependencia, de sacrificio y de amor”.

“Abrasadas por el amor y el reconocimiento, ellas deben vivir en el ejercicio de toda clase de buenas obras para glorificar a Dios”.

La misión de las hermanas: una entrega para el Reino de Dios, una entrega completa, que comporta una ruptura e invita a la renovación.

Seguir el ejemplo de Jesús y llevar su Palabra: esa será la misión de la Hermana Isabel y de sus primeras hermanas.

Provenientes de diferentes estratos sociales, Isabel, su sirvienta y tres compañeras más, todas adoptan el nombre de” hermana” desde el momento en que pronuncian sus votos en 1807.

Imparten clases en su propia casa, allí atienden a los enfermos, incluso alojan a los huérfanos.

El 1815: la Hermana Isabel tiene que irse a París para ser operada. La archidiócesis de Paris pide colaboración a las Hijas de la Cruz.

En 1816: el consejo episcopal de París aprueba la Congregación de las Hijas de la Cruz y su constitución. Hasta 1911, la Congregación estará bajo la jurisdicción del obispo de Poitiers.

En 1817: primera fundación en la región de París.

En 1820: las hermanas se instalan en La Puye.

Las hermanas, que son unas sesenta, viven en un antiguo monasterio Fontevrista que se nacionaliza en 1793 y que la Hermana Isabel compra.

La Puye se convierte en la Casa Madre de la Congregación de las Hijas de la Cruz.

De todas partes llegan a La Puye solicitudes de fundaciones.

 Para atender gratuitamente a los pobres y darles instrucción y cuidado, para mantener a los pequeños huérfanos, es necesario asegurar una ayuda financiera. Las hermanas vivirán “De las fundaciones”.

 El esquema se repite igual en casi todos los lugares: una familia acomodada pone a disposición de la congregación un edificio que sirve de alojamiento para las hermanas y de local de enseñanza. El compromiso es alojar a un número de religiosas con la condición de que ellas suplan las necesidades sociales del pueblo. Donaciones, legados y rentas perpetúan estos acuerdos.

 La mayoría de estas fundaciones están en zonas rurales. Las hermanas viven en pequeñas comunidades en medio del pueblo para el cual serán signo de Iglesia y centros de evangelización por medio de la catequesis, las relaciones humanas, la presencia, el testimonio de la comunidad. Ellas educarán a los huérfanos, aliviarán a los enfermos.

Y así, a gran velocidad, la Congregación se amplía en Francia. De 1818 a 1822 se abren 28 comunidades en 8 diócesis. En 1819, la Hermana Isabel es bien conocida en el Ministerio dónde recibe las autorizaciones para la apertura de las nuevas escuelas.

En 1838, a la muerte de la Hermana Isabel, hay 600 Hijas de la Cruz en Francia, repartidas en 99 comunidades. Las hermanas educan a los niños. Algunas comunidades se dedican a los orfanatos, otras se ocupan de los talleres. Algunas viven junto a las personas mayores en los asilos para ancianos desamparados.

También existen los lugares de formación para hermanas que se unirán a la vida religiosa: los noviciados; y los lugares dedicados a cuidar a hermanas enfermas o que necesitan reposo: las enfermerías.