Era al comienzo de la tarde del 7 de octubre de 1929, cuando yo contaba sólo 11 años. Yo quería a mi mamá con un afecto extraordinario pero una súbita enfermedad, una peritonitis la arrebató a mi cariño y al de toda la familia.
Apoyada por la fe y el cariño de mi papá, continué los estudios y, a los 17 años, pedí el ingreso en el noviciado de las Hijas de Cruz, que estaba en La Puye (France). El tiempo de formación duraba 2 años. Éramos 35 novicias de diferentes nacionalidades: francesas, canadienses, argentinas e italianas. Me acuerdo de todas: no recuerdo todos los nombres pero conservo muy bien sus rostros en mi memoria.
Este es el carnet francés de identidad de Sor Anita en el tiempo de su noviciado en La Puye. Era el año 1935, entonces se llamaba Elena, su nombre civil.
Las maestras de novicias se preocupaban mucho de nuestra formación. Estudiábamos, rezábamos, trabajábamos en el campo. Hablábamos siempre francés. No era siempre fácil, pero al final aprendí bien la lengua. Después de mis primeros votos volví a Parma, a Sanvitale, donde acabé mis estudios. Al finalizar el año escolar, 20 de junio de 1940, Mussolini, en la Place Venecia, declaró la guerra a Austria. Tuvimos que abandonar urgentemente la ciudad y yo fui a Vasto donde, poco después, comencé mi actividad de maestra que proseguí durante varios años en Vasto, Pratica di Mare, Nettuno y Chiavenna. Volví varias veces a Vasto donde siempre me he sentido muy bien.
Durante la guerra, un año tuve una clase muy, muy numerosa que llegaba a 70 alumnos. Era muy fatigoso. Los testimonios de mis antiguos alumnos, que después de tanto tiempo todavía se acuerdan de mí, me colman de alegría. El último mes de octubre, uno de ellos, Glauco de Vasto, consiguió encontrarme y, en Era, en un mensaje muy afectuoso, me escribió que quiso ser docente para seguir mi ejemplo. Al acabar mi actividad en la enseñanza, entre 1987 et 2011, me quedé en la comunidad Vasto dedicándome al servicio de mis hermanos pobres y enfermos. Desde 2011, vivo en Roma, en la Comunidad de Acogida de la casa Provincial, con otras hermanas mayores y enfermas, y rezo por la salvación del mundo. Nuestro Buen Dios ha sido para mí padre, madre, hermano, amigo y esposo. Gracias, ¡Yo te bendigo, Señor!
Sor Anita Maestri, Hija de la Cruz