Cuando miro por la ventana, veo como el soplo del viento hace caer copos de nieve de las ramas de los pinos; el cielo gris y las nubes de invierno me hacen tiritar a pesar del calor del salón. Si cierro los ojos, casi puedo sentir el calor del sol del sur y oír las bromas de los amigos de cuando nos encontrábamos bajo los techos de las casas bambú donde descansábamos y bromeábamos juntos, cuando todavía vivía en Tailandia. Hace 10 meses que he regresado a América del Norte, y sin embargo esos recuerdos permanecen frescos y cálidos como si fueran del último mes.
Mientras descanso en un perezoso domingo por la tarde, oigo el sonido de un mensaje que entra en mi teléfono. De acuerdo con el sonido, deduzco que es un mensaje que llega de amigos del otro extremos del mundo, que me escriben para enviarme información o para hablarme simplemente de su amistad y decirme que me echan en falta como yo les echo en falta a ellos.
Habiendo pasado diez años en Tailandia, y de ellos, ocho con los Karen en los pueblos de montaña en la frontera noroeste de Myanmar, he contraído muchas amistades que continúan hoy. Paso unas dos o tres horas a la semana en responder mensajes y tratar de encontrar noticias e interesantes formas de responder con mi modesto vocabulario tailandés. A pesar de mis limitaciones y de mis retrasos ocasionales, los mensajes continúan llegando y es sorprendente su volumen. Hace tres años que se abrió un internado para ayudar a terminar los estudios de secundaria a los alumnos de los poblados alejados y las Hermanas Hijas de la Cruz fueron encargadas de gestionarlo con los Padres del MEP. Para dirigir un centro de 20 adolescentes hay que ser vigilante, y repetir frecuentemente las normas; y ocurrió que se tomaron ciertas decisiones que eran totalmente impopulares entre los niños y que molestaron a muchos. Imaginaos pues mi sorpresa al ver como ciertos alumnos de los más fogosos permanecen en contacto conmigo no solo mediante lugares comunes y fáciles de repetir, sino también haciendo preguntas y comunicando información personal.
Las nuevas tecnologías y los modernos medios de comunicación han hecho que sea más fácil mantenerse en contacto y conservar relaciones a larga distancia, a pesar de los kilómetros y de las zonas horarias. Me intereso por las opciones que estos niños sobre su futuro y trato de escucharles con actitud abierta y sin juicio, mientras trato de hacer que amplíen sus horizontes y piensen más allá del futuro inmediato y de las fronteras tradicionales. Escucho y trato de entender más allá de sus palabras, tratando siempre de mantener una influencia positiva, sin importunar a otras voces de su entorno.
No solo me mantengo en contacto con los niños, sino también con otros amigos que he hecho en los diferentes poblados. A veces me sorprenden las personas que se ponen en contacto conmigo, incluido un monje budista que inicialmente buscó consejo médico para un amigo que había sido diagnosticado con lo que parecía ser un tumor cerebral. Me da vergüenza admitir que no recuerdo a este caballero, ni reconozco su foto publicada en las redes sociales. Sin embargo, no podía ignorar su solicitud, e incluso después de admitir que estaba demasiado lejos y que no estaba calificada para dar consejos médicos, traté de alentarle y escuchar sus preocupaciones. Varios meses más tarde seguíamos conversando regularmente y la semana pasada oí que su amigo estaba mejorando. A menudo solo puedo escuchar y prometer orar por mis amigos, por sus inquietudes y familiares, pero es mi forma de estar presente y tratar de ser una presencia compasiva a la manera de Jesús. Ya no puedo estar en misión en Tailandia, pero aún puedo ser una presencia amorosa para aquellas personas que todavía significan mucho para mí.
John Green escribió: "No me gusta la expresión "amigos de Internet", pues implica que las personas que conoces en línea no son verdaderamente tus amigos sino que en cierta manera la amistad es menos real o significativa para ti porque se produce vía Skype o por mensajes de texto. La medida de una amistad no es su materialidad sino su significado”. Mientras la mensajería de texto puede ser vista como entretenimiento y un juego para algunos, las páginas de internet y las redes sociales nos ofrecen también una nueva forma de estar presentes a muchas personas y de mantener relaciones a larga distancia. Cuando somos cuidadosos y atentos, ésta puede ser una nueva forma de continuar nuestra misión de revelar el amor de Dios a uno y a cada una de sus hijos e hijas, una nueva forma de enseñar y sanar... una nueva forma de amar.
Estáis a miles de kilómetros, pero tan próximos a mi corazón
que la distancia física no tiene importancia.