¡Todo tiene un final! Y ha llegado el tiempo de decir “adiós” a mi diócesis de Katiola.
Llegué en Octubre de 1966 y dejo esta diócesis (mi segunda y gran familia) el 21 de Noviembre de 2017.
Enviada a Korhogo, al Colegio Ste Elisabeth, a la llegada de Monseñor Nobou, dejé esta misión para fundar en Niellé con Sor Jeanine Sein y Sor Jeanne Aldalurra.
En 1989, a petición de mis superioras, dejé Niellé para ir con un nuevo equipo a Boniéré, a abrir una comunidad de formación para acoger a las primeras jóvenes africanas que deseaban ser Hijas de la Cruz. Las Hermanas Catequistas de Menton Habían salido de esta parroquia después de una presencia de 10 años.
Durante más 27 años he trabajado duro en esta parroquia con los Djiminis. Cuando alguna vez me han preguntado: “¿Cuál ha sido su misión preferida?” mi respuesta era: Cuando se trata de llevar a los hombres “la alegría del Evangelio” no se hacen comparaciones. He intentado adaptarme a cada situación, a cada mentalidad para anunciar a Jesucristo, para llevar un poco de alegría y consuelo, sobre todo a los más pobres, a los que tienen necesidades especiales. Una misión preferida era la de la catequesis a los niños de la escuela y a los jóvenes; podía anunciarles la ternura de Dios por cada uno, decirles que Dios se interesaba por cada uno de ellos.
Sencillamente he querido vivir nuestro carisma que se resume en dos palabras: “enseñar y curar”. Al mismo tiempo, a ejemplo de nuestra Fundadora Santa Juana Isabel, he querido dedicar una atención especial a la Iglesia y a sus pastores, nuestros Sacerdotes.
Todo el bien que he podido hacer por donde he pasado ha sido con la gracia de Dios que nunca nos falta y con la ayuda y el apoyo de mis Hermanas. La
Comunidad es la que evangeliza. De ahí la importancia de vivir una vida fraterna, vida de oración en la sencillez, la humildad y la alegría compartida. ¿No decimos que “¡La unión hace la fuerza!”?
Si durante estos cincuenta años he aportado algo a la Diócesis de Katiola, puedo decir sinceramente que he recibido mucho del pueblo, de la fraternidad de las Religiosas, de los Sacerdotes y de nuestro Obispo, Monseñor Bessi que ha confiado siempre en nosotras.
¡Gracias, muchas gracias a todos! Perdón si no siempre he respondido a lo que se esperaba de mí. Regreso al País Vasco, pero no sola, vuelvo con todos vosotros en mi corazón y en mi oración. No es más que un hasta la vista, Hermanos, sí, un hasta la vista porque ¡un día nos volveremos a ver!